LONDRES.- El príncipe Felipe, el irascible y obstinado esposo de la reina Isabel II que pasó más de siete décadas apoyando a su esposa en un papel que definió y constriñó su vida, ha muerto. Tenía 99 años.
Su vida abarcó casi un siglo de historia europea: comenzó con su nacimiento como miembro de la familia real griega y terminó como el consorte británico más longevo durante un reinado turbulento en el que la monarquía de mil años de antigüedad se vio obligada a reinventarse para el siglo XXI.
Era conocido por sus ocasionales declaraciones racistas y sexistas, así como por realizar valerosamente más de 20 mil compromisos reales para impulsar los intereses británicos dentro y fuera de su país. Encabezó cientos de organizaciones benéficas, fundó programas que ayudaron a los niños británicos a participar en aventuras al aire libre, y tuvo un papel prominente en la crianza de sus cuatro hijos, incluyendo su hijo mayor, el príncipe Carlos, el heredero del trono.
Felipe, quien recibió el título de duque de Edimburgo poco antes de su boda, consideraba que su función era apoyar a su esposa mientras ella enfrentaba cambios en las obligaciones de una monarca constitucional que comenzó su reinado cuando Gran Bretaña se retiraba de su imperio y a menudo tuvo dificultades para definir su posición en un mundo moderno donde se reducía la influencia de su país y el pueblo exigía conocer la intimidad de sus íconos.
En la década de 1970, Michael Parker, un viejo amigo en la armada y exsecretario privado del príncipe, dijo sobre él: “Me dijo el primer día que me ofreció el puesto que su trabajo, antes que nada y hasta el final, era nunca decepcionarla”.
La reina, una persona muy privada que no suele dar muestras de afecto extravagantes, lo llamó alguna vez “mi roca” en público.
En privado, Felipe llamaba su esposa Lilibet; pero se refería a ella en conversaciones como “la reina”.
A lo largo de las décadas la imagen de Felipe cambió de un atleta atractivo y elegante a un gruñón arrogante e insensible. En los últimos años adquirió la imagen de un observador filosófico y divertido de su tiempo, un anciano con el rostro arrugado que mantenía sus modales marciales en público a pesar de tener achaques.
La popular serie de Netflix “The Crown” le dio a Felipe un papel prominente, con una imagen ligeramente atrevida e intrépida. Él nunca hizo comentarios en público sobre la serie, pero su retrato pareció resonar con muchos británicos, incluyendo los espectadores más jóvenes que sólo lo habían conocido en su vejez.
La posición de Felipe era un reto; no hay un papel oficial para el esposo de una soberana, y su vida se vio marcada por contradicciones extraordinarias entre sus deberes públicos y privados. Siempre caminaba tres pasos detrás de su esposa en público, como muestra de deferencia para la monarca, pero era el jefe de familia en privado. A pesar de esto, su hijo Carlos, como heredero al trono, tenía un ingreso mayor, así como acceso a los documentos de alto nivel del gobierno que Felipe no tenía permiso para ver.
Felipe a menudo abordó con ironía su inusual lugar en la mesa real.
Constitucionalmente yo no existo”, dijo alguna vez Felipe, quien en 2009 superó a la reina Carlota de Inglaterra como el consorte que prestó servicios durante más años en la historia británica.
Solía tener problemas para encontrar su lugar, una fricción que tiempo después haría eco en la decisión de su nieto Enrique de abandonar sus deberes reales.
No había precedentes”, dijo en una inusual entrevista con la BBC para celebrar su cumpleaños 90. “Si le preguntaba a alguien ‘¿qué esperan que haga?’, todos se quedaban en blanco”.
Tras haber renunciado a una prometedora carrera naval para convertirse en consorte cuando Isabel fue coronada los 25 años, Felipe no estaba dispuesto a quedarse al margen para disfrutar una vida de privilegio. Promovió la industria británica y la ciencia, apoyó la preservación ambiental antes de que se pusiera de moda y viajó amplia y frecuentemente para apoyar sus múltiples organizaciones benéficas.
En esas apariciones públicas frecuentes, Felipe desarrolló una reputación de impaciente y exigente y a veces era franco al grado de ser grosero. Muchos británicos apreciaban lo que veían como su propensión a expresarse, mientras que otros criticaban una conducta que tildaban de ofensiva e insensible.
En 1995, por ejemplo, le preguntó a un instructor de manejo escocés: «¿Cómo hacen para que los nativos estén alejados de la bebida el tiempo suficiente para pasar el examen?”. Siete días después en Australia, cuando visitaba un pueblo aborigen con la reina, preguntó: “¿Todavía se arrojan lanzas entre ustedes?”.
Muchos consideraban que su propensión a expresarse significaba que era capaz de darle a la reina consejos francos muy necesarios.
Sobrevivió el sistema de la monarquía británica siendo independiente, y eso era una fuente de apoyo para la reina”, dijo el historiador real Robert Lacey. “Ella estuvo rodeada toda su vida de hombres que le decían ‘sí señora’ y él era el único que siempre le dijo las cosas como eran o al menos como él las veía”.
Lacey dijo que en la época en que la familia real tuvo relaciones difíciles con la princesa Diana, luego que se vino abajo su matrimonio con Carlos, Felipe habló en nombre de la familia con autoridad, mostrando que no tenía una deferencia automática por la reina.
La relación de Felipe con Diana se tornó complicada cuando la separación de Carlos y su eventual divorcio se dejaron ver en una serie de batallas públicas que afectaron la posición de la monarquía.
Se daba por sentado que su actitud fue crucial cuando Diana recurrió la prensa para dar entrevistas en las que acusó a Carlos de infidelidad. Pero las cartas entre Felipe y Diana, divulgadas después de la muerte de ella, mostraban que él apoyaba por momentos a su nuera.
Tras el deceso de Diana en un accidente automovilístico en París en 1997, el expropietario de la gran tienda Harrods, Mohamed Al Fayed, acusó a Felipe de ser parte de un complot para causar la muerte de la princesa. El hijo de Al Fayed, Dodi, también falleció en el accidente.
Durante la larga investigación sobre las muertes, un juez que actuó como forense instruyó al jurado que no había evidencia que respaldara las acusaciones contra Felipe, quien no respondió públicamente a Al Fayed.
Los últimos años de Felipe también se vieron opacados por controversias y fisuras en la familia real.
Su tercer hijo, el príncipe Andrés, se vio involucrado en un escándalo por su amistad con Jeffrey Epstein, un financiero estadounidense que murió en una prisión de Nueva York en 2019 mientras esperaba su juicio por cargos de tráfico sexual.
Las autoridades estadounidenses acusaron a Andrés de rechazar sus solicitudes para entrevistarlo como testigo, y Andrés enfrentó acusaciones de una mujer que dijo que había tenido varios encuentros sexuales con el príncipe por órdenes de Epstein. Andrés negó las acusaciones.
A comienzos de 2020 el nieto de Felipe, el príncipe Enrique, y su esposa Meghan Markle, una exactriz estadounidense, anunciaron que renunciaban a sus deberes reales y se mudaban a Norteamérica para escapar del escrutinio de la prensa.
Felipe nació el 10 de junio de 1921, en el comedor de la casa de sus padres en la isla griega de Corfu. Era el quinto hijo y único varón del príncipe Andrés, hermano menor del rey de Grecia. Su abuelo había llegado de Dinamarca en la década de 1860 para ser adoptado por Grecia como el monarca del país.
La madre de Felipe era la princesa Alicia de Battenberg, descendiente de la realeza alemana.
Al igual que su futura esposa, Felipe era bisnieto de la reina Victoria.
A los 19 meses de Felipe, sus padres escaparon a Francia. Su padre, comandante del ejército, había sido enjuiciado tras una devastadora derrota militar ante los turcos. Tras la intervención de los británicos, la junta griega acordó no sentenciar a muerte a Andrés si abandonaba el país.
Su familia no era exactamente pobre, pero según Felipe no era rica y logró sobrevivir con ayuda de sus familiares. Cuando se casó, sólo tenía su sueldo de la armada al unirse a una de las mujeres más ricas del mundo.
Los padres de Felipe se separaron cuando él era niño. Andrés murió en Monte Carlo en 1944. Alicia fundó una orden religiosa que no tuvo éxito y pasó sus últimos años en el Palacio de Buckingham hasta que murió en 1969. Alicia era una figura solitaria, solía vestirse con el hábito de monja y se le veía poco en público.
Felipe estudió en Gran Bretaña e ingresó al Colegio Naval Real Británico Dartmouth como cadete en 1939. Obtuvo su primera misión en 1940, pero no se le permitió estar cerca de la zona de guerra porque era un príncipe extranjero de un país neutral. Cuando la invasión italiana a Grecia terminó con esa neutralidad, Felipe entró a la guerra en el buque Valiant en el Mediterráneo y después prestó servicio en el Pacífico.
Durante una licencia en Gran Bretaña, visitó a sus primos de la realeza, y para el final de la guerra era claro que estaba cortejando a la princesa Isabel, la hija mayor del rey Jorge VI. Su compromiso se anunció el 10 de julio de 1947, y se casaron el 20 de noviembre.
Después de una ola de desaprobación porque Isabel se estaba casando con un extranjero, las destrezas atléticas de Felipe, su gallardía y su manera directa de hablar le dieron un glamour diferente a la familia real.
Isabel se iluminaba con su presencia y tuvieron un hijo y una hija cuando ella estaba libre de las obligaciones de una monarca. Pero el rey Jorge VI murió de cáncer en 1952, a los 56 años.
Felipe tuvo que renunciar a su carrera naval. y su estatus subsiguiente quedó formalmente sellado en la coronación de Isabel cuando él se arrodilló ante su esposa y juró ser “su vasallo para jugarse la vida por ella”.
El cambio en la vida de Felipe fue dramático.
Dentro de la casa, todo lo que hacíamos, era juntos”, dijo Felipe al biógrafo Basil Boothroyd sobre los años antes de que Isabel se volviera reina. “La gente solía venir a preguntarme qué hacer. En 1952, todo cambió, muy, muy considerablemente”.
Felipe comenzó a supervisar las propiedades reales y expandió sus viajes a todas partes del mundo para crearse un papel para sí mismo en esa nueva realidad.
Desde 1956, había sido patrono y director del consejo para el mayor programa de actividades para jóvenes en Gran Bretaña, en Premio del Duque de Edimburgo, un programa de actividades culturales y prácticas para jóvenes que se realiza en 100 países. La mayoría de los chicos británicos han tenido algún contacto con el premio y sus famosas expediciones de campamento.
Pintaba y coleccionaba arte moderno, estaba interesado en diseño industrial y planeó un jardín en el Castillo de Windsor. Pero alguna vez dijo: “El mundo de las artes piensa que soy un bobalicón inculto que juega polo”.
Con el tiempo, su famoso pelo rubio se hizo menos espeso y su rostro fino y alargado adquirió líneas de expresión. Dejó el polo, pero se mantenía delgado y vigoroso.
Cuando un amigo le sugirió que se tomara las cosas con más calma, el príncipe respondió: “Y qué haría, ¿sentarme a tejer?”
Pero al llegar a los 90 años, en 2011, Felipe dijo a la BBC que estaba “bajando el rimo” a su trabajo y reconoció que había “hecho mi parte”. En los años siguientes tuvo hospitalizaciones ocasionales a medida que su salud desmejoraba.
En mayo de 2017 anunció que planeaba renunciar a sus deberes reales y dejó de programar nuevos compromisos reales después de haber tenido casi 22 mil desde la coronación de su esposa. En 2019 entregó su licencia de conducir tras un choque grave.
A Felipe le sobreviven la reina y sus cuatro hijos: el príncipe Carlos, la princesa Ana, el príncipe Andrés y el príncipe Eduardo, así como ocho nietos y nueve bisnietos.
Los nietos son los hijos de Carlos, el príncipe Guillermo y el príncipe Enrique; los hijos de Ana, Pedro y Zara Phillips; las hijas de Andrés, la princesa Beatriz y la princesa Eugenia; y los hijos de Eduardo, Lady Louise y el vizconde Severn.
Los bisnietos de Felipe son los hijos de Guillermoy Catalina, el príncipe Jorge, la princesa Carlota y el príncipe Luis; el hijo de Enrique y Meghan, Archie; las hijas de Pedro Phillips y su esposa Autumn, Savannah e Isla; las hijas de Zara Phillips y su esposo Mike Tindall, Mia y Lena; y el hijo de Eugenia con su esposo Jack Brooksbank, August.