Mafalda de luto… Murió Quino, su creador

BUENOS AIRES.- Hoy Mafalda está de luto. Su padre y creador, Joaquín Salvador Lavado, Quino, falleció en Mendoza, Argentina, su ciudad natal, a los 88 años.

Septiembre, mes cruel y su despiadado 2020 han dejado un sabor amargo a todos aquellos que amaban a esa niña sabia y respondona, que dejó de publicarse en 1973 y que surgió hace medio siglo, pero que sus críticas y su dolor por la humanidad y el mundo siguen aún vigentes.

Quino nació el 17 de julio de 1932 en Mendoza, Argentina, la misma ciudad que lo vio partir para siempre y a donde se trasladó en noviembre de 2017, tras morir su esposa, Alicia Colombo.

Un accidente cerebrovascular terminó con la vida de Quino, considerado el dibujante más internacional del idioma español.

Los padres de Joaquín Lavado eran españoles de Fuengirola (Málaga) y emigraron a Argentina en los años treinta. La humilde familia vivió en un círculo algo cerrado, hasta el punto de que el niño Quino habló con acento andaluz hasta sus primeros seis años.

La muerte de su padre le sorprendió a Quino con sólo 14 años, y fue atemperando esa ausencia con las apariciones fantasmales que él creía ver cada cierto tiempo. Incluso después de casado con Alicia, se le aparecía su padre, fumando y miraba orgulloso al dibujante porque al muchacho no le había ido tan mal. Quino solía rememorar estas visiones: “Eran apariciones muy agradables”.

Joaquín Salvador Lavado quiso enseguida ser viñetista. Lo decidió de niño, con tres años, cuando su tío, diseñador gráfico, por entretenerle a él y a sus hermanos empezó a hacerles dibujos. Quedó maravillado con todas las cosas que podían salir de un lápiz. Después estudiaría Bellas Artes en la universidad de Cuyo. No llegó a terminar, pero alcanzó a absorber los conceptos básicos del dibujo y de las proporciones.

NACIMIENTO DE MAFALDA

Un trabajo inicial como dibujante publicitario le condujo a crear a Mafalda en 1962 gracias a unas lavadoras y unos frigoríficos. A Quino le encargaron una publicidad que consistía en elaborar tiras cómicas para los diarios en las que se mostrara en dibujos la vida de una familia que utilizaba los electrodomésticos Mansfield. Y de esa secuencia fonética surgió el nombre de Mafalda.

Los periódicos rechazaron aquella publicidad, porque se confundía con los contenidos propios, y los personajes ideados por Quino para el encargo se quedaron en la recámara. Sin embargo, los recuperó en 1964, ya sin propósito comercial, y así surgió en el periódico porteño Primera plana la tira de más éxito de la historia en lengua española, que después se publicaría en diarios de todo el mundo. Más tarde, los libros que recogían aquellas escenas venderían millones de ejemplares y serían traducidos al francés, al inglés, al japonés, al chino…, a más de 30 idiomas.

Un trabajo inicial como dibujante publicitario le condujo a crear a Mafalda en 1962 gracias a unas lavadoras y unos frigoríficos

Mafalda pasó también al cine, con un largometraje de dibujos animados hecho en Argentina, de 75 minutos, en el cual los personajes reproducían en lenguaje sonoro los escritos que su creador les había dado. Pero a Quino no le satisfizo, porque al salir del estreno oyó que algunos decían: “¡Pero ésa no es la voz de Mafalda!”. Así que la traspasó al cine mudo. Las siguientes experiencias, a cargo del gran Juan Padrón, especialista cubano en animación, ya no tuvieron diálogos. Eran chistes nuevos basados en las escenas mismas. De ese modo, Mafalda ofreció a los espectadores la voz que cada cual le hubiera imaginado. De aquella pandilla (Manolito, Susanita, Libertad, Guille…), Quino siempre tuvo su hijo predilecto en el ingenuo idealista Felipe, durante toda su vida.

En 1973, nueve años y mil 928 tiras después de su creación, Quino decidió que ya no dibujaría más a Mafalda, agotado por el propio personaje y por la tiranía de la entrega diaria al periódico. Y empezó entonces una creación más ambiciosa aún, con dibujos minuciosos, detallistas, igualmente brillantes, que mostraban a menudo la opresión de los poderosos y la mirada inteligente del pisoteado.

En una de ellas se ve a una señorona que ofrece café a sus invitados mientras una niña juguetea entre ellos. Y la anfitriona les aclara: “Es la nena de gente humilde de por aquí. Y nosotros le compramos la ropita y los juguetitos porque la queremos como si fuera de la familia”. La ropita que viste la niña es el uniforme de una sirvienta con cofia, y, a su alrededor se ven esos juguetitos, asimismo en el tamaño adecuado para su edad: una escoba, una plancha, un plumero y una fregona.

Sus libros se siguieron vendiendo por cientos de miles (por ejemplo, sus maravillosos Potentes, prepotentes e impotentes, Quinoterapia, Gente en su sitio, ¡Qué presente impresentable! o Yo no fui), pero compitiendo en la memoria colectiva con los de Mafalda y con los miles de llaveros, libretas, pegatinas, insignias y toallas que reproducen su imagen; y con el cariño que aquel personaje había desatado en millones de personas.

Quino, pese a los ruegos, súplicas y jugosas propuestas que recibió para resucitar a Mafalda, siempre se negó a hacerlo (salvo para alguna causa social).

Poco después, en 1992, recibió en Madrid un gran homenaje, a cargo de la Sociedad del V Centenario del Descubrimiento, que consistía en la instalación de una carpa espectacular en cuyo interior se podía recorrer el colegio de Mafalda y sus amigos, ver las películas que protagonizó y observar a tamaño natural todos los muñecos ideados por Quino y construidos por Manolo Marín.

Más tarde, Quino y su esposa, Alicia Colombo, química de formación académica, buscaron piso en Madrid: “Ya conozco más o menos las zonas, pero no sus ideologías”, comentaba a quienes pretendían ayudarle. Lo compraron y lo usaron durante sus estancias en España. La última de ellas, con motivo de la entrega en Oviedo del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014. Desde entonces no volvió a pisar el país de sus padres.

MALA SALUD

Quino ya se movía entonces en silla de ruedas y padecía problemas de visión por un glaucoma diagnosticado un decenio atrás. No tuvo suerte con la salud. Durante la década de los noventa llegó a sufrir seis operaciones quirúrgicas en apenas 10 años. En 2006 dejó de dibujar regularmente. En 2019 estaba casi ciego.

La muerte en septiembre de 2017 de Alicia Colombo, su compañera eterna, su representante y delegada general para el mundo, un año mayor que él, coincidió con su etapa de más acentuado declive físico; dejó Buenos Aires en noviembre de ese año y regresó a su Mendoza natal; siempre atendido por familiares cercanos y amigos.

Alicia y Quino no quisieron tener hijos. El gran genio del humor se mostraba muy pesimista al respecto: “Es una mala porquería traer a alguien aquí sin haberle preguntado”, declaró a EL PAÍS en 1990, después de treinta años de matrimonio. Y solía repetirlo. Cuando se le decía que al fin y al cabo a él no le había ido tan mal -como ya le advirtió su padre cuando se le apareció después de muerto-, Quino respondía: “No me ha ido mal, pero he tenido mala pata con la salud”.

La muerte de Quino seguirá dejando algunas incógnitas. ¿Cómo se apellida Mafalda? No se sabe. Su papá en los dibujos no tenía ni nombre de pila… La madre sí: Raquel. Y sobre todo, ¿qué habría pasado ahora si…? En una cena a la que asistió en Oviedo con algunos amigos poco antes de recibir el Príncipe de Asturias 2014, uno de los comensales le preguntó si hoy en día los papás de Mafalda estarían divorciados. Sin aguardar a la contestación, se abrió un interesante debate al respecto, con profundas reflexiones psicológicas. Finalmente, todos miraron a Quino esperando la respuesta definitiva. Y él dijo: “No lo sé…, para mí son sólo dos dibujos…”.

También le preguntaron alguna vez en privado cómo sería hoy aquella niña sabia, y él contestó que probablemente ya estaría muerta porque habría sido alguno de los desaparecidos de la dictadura militar argentina.

Código de ética